Compartimos el primer artículo de una espectacular serie, realizada por el diario Espectador con su proyecto @Colombia2020, sobre la realidad del Putumayo, sus preocupaciones sobre la sustitución de cultivos de coca, la extracción petrolera y la implementación de los acuerdos de paz, así como sus propuestas de defensa de la Amazonía, territorios campesinos agroalimentarios y construcción de vida digna…
Recorrido por las calles y veredas del pueblo más grande del Putumayo, el segundo mayor productor de coca en el país y la zona de concentración para la dejación de armas de los frentes 48, 32 y 15 de las Farc.
En Puerto Asís, el capitalismo hace rato ganó la pelea. En la tierra donde hace ocho años las Fuerzas Militares mataron al máximo comandante de las Farc, alias Raúl Reyes existirá una zona de concentración para la dejación de las armas de esa guerrilla, pero en las calles del casco urbano poco se habla de eso. Los pobladores viven sumidos en el consumismo desbordado que ha atestado a este municipio del Putumayo de motocicletas, centros comerciales y cantinas.
En las dos zonas rosa del pueblo están estrenando almacenes de motos: Yamaha y Honda. Son infraestructuras nuevas levantadas al lado de cantinas donde no deja de sonar el himno impuesto a los campesinos: “Soy el raspachín de los cocaleros y vivo mi vida, vivo, vivo bueno. No tengo tristezas ni me desespero y llevo a mi lado la mujer que quiero”.
Llegamos el viernes 8 de julio de 2016 y al día siguiente las ambulancias pasaban raudas por las calles del municipio, que están pavimentadas sólo por los pedazos donde funciona el comercio. A las 2 p.m., mientras un campesino de 80 años leía con lupa en el periódico amarillista Extra la noticia de una incautación de 26 kilos de cocaína y comentaba sobre la aparición de dos cuerpos descuartizados en San Miguel, Putumayo, pasaron tres con la sirena encendida y desesperadas por el frente de una cantina del pueblo.
Llevaban a dos campesinos que resultaron heridos durante un forcejeo con soldados mientras intentaban no dejar arrancar un arbusto de coca en la vereda El Portal, en el corregimiento Teteyé, del municipio de Puerto Asís. Alberto Chasoy, comunero del cabildo indígena Inga y vicepresidente de la Junta de Acción Comunal, recibió un disparo de fusil en la axila izquierda. David Campoverde, de nacionalidad ecuatoriana, fue herido en la extremidad inferior izquierda, era el reporte.
Atravesamos el río Putumayo en chalupa para llegar a Teteyé, un corredor disputado entre la guerrilla, la Fuerza Pública y los paramilitares, a razón de que a 30 minutos está la frontera con Ecuador. El 8 de mayo de 2014, por ejemplo, la Vigésima Séptima Brigada de Selva evitó la explosión de un campo minado con 15 cilindros de 40 libras cada uno y apenas en febrero pasado un panfleto, firmado como “Bacrim, la opción al paramilitarismo”, amenazó de muerte con lista adjunta a los viciosos, ladrones y prostitutas de la región.
La matanza más recordada es la del 25 de junio de 2005, cuando el frente 48 de las Farc, que opera en la región, atacó la base militar de Teteyé, perteneciente al Batallón Plan Especial Energético y Vial 11. La confrontación duró hasta las 7 a.m. del 26 de junio y dejó 24 militares y 5 guerrilleros muertos. Ya en 2008, en esa parte de la frontera con Ecuador, las Fuerzas Militares bombardearon y abatieron a Raúl Reyes. Eso provocó que el entonces presidente de Colombia, Álvaro Uribe, y su colega ecuatoriano, Rafael Correa, abocaran a sus países a una crisis diplomática. El primero adicionó que había que investigar las finanzas de la insurgencia en Ecuador, mientras que Correa respondió que el ataque había sido desde su país y que Colombia había violado la soberanía.
Camino a Teteyé, a las orillas se ven los carrotanques de las petroleras. Unos están parqueados en hileras y otros transitan gastando llantas en la trocha que construyó la comunidad. Son las paradojas de este municipio de influencia guerrillera donde reinan la cocaína y las petroleras. Ermencio Camayo * cuenta que desde hace dos semanas los campesinos de la vereda El Porvenir tienen paralizada la empresa Vetra, porque no les ha cumplido con las 50 viviendas que hace años les prometió.
Ermencio es del corregimiento La Carmelita, que queda en el corredor Puerto Vega Teteyé. Hace dos semanas lo citaron a una reunión en la que guerrilleros del frente 48 de las Farc designaron a un líder por vereda para que recoja la mercancía (base de coca). “Nos dijeron que los que se iban a desmovilizar eran los jefes de las Farc que están en La Habana, pero que ellos no, que acá tenían su gente y su comida. Entonces eso nos pone a pensar”. La otra pelea que tienen con las leyes de las Farc es que las multinacionales entraron al territorio con su venia y pagando vacuna. “Y si uno se opone y si se para duro como organización, pues lo echan del territorio. Eso es duro”, agrega.
Por los movimientos que ha visto, la zona exacta de concentración de las Farc en esta región podría estar ubicada en la Zona de Reserva Campesina Perla Amazónica, en el mismo corregimiento de Teteyé. “Unas ONG han invertido allí y ya tienen construidos algunos albergues”, comenta Ermencio. De Puerto Asís a ese corregimiento hay una hora. Se atraviesa el río Putumayo y luego, por carretera destapada, se arriba a esa que ya es la frontera con Ecuador, dividida por el río San Miguel.
En conversación con dos soldados del Batallón Teteyé, les pregunto: si hoy se encuentran de frente con un grupo de guerrilleros de las Farc, ¿qué hacen? Los dos uniformados se miran y sonríen. “Como dijo Timochenko, la orden es que si atacan, ataquemos. De lo contrario pasamos tranquilos. Ahora está calmado el ambiente”, menciona uno con acento nariñense.
Caminan para un lado y para el otro, y dicen que su labor se ha trasladado a revisar que en estos terrenos no haya minas sembradas, a controlar los corredores del narcotráfico y a prestarles seguridad a las petroleras. “Ya limpiamos este terreno, puede caminar tranquilo”, me dice. ¿Y qué opina del proceso de paz?, le digo. “Si pudiera votar, votaría que sí”, responde mientras emprende camino a encontrarse con la carretera que está construyendo la multinacional Gran Tierra, para poder explorar otro pozo petrolero en Puerto Asís.
Cuando fuimos a la orilla del río Putumayo, en donde embarcan el petróleo en un planchón para sacarlo en carros cisterna, el líder de los indígenas nasas del municipio de Mocoa, José Evaristo Garcés, trajo a colación el tema del que hablaba la prensa ese día: el Putumayo nuevamente aparece como el segundo departamento más productor de coca en el país con 20.068 hectáreas sembradas, según el último informe de la Oficina de la ONU contra la Droga y el Delito (Unodc).
Eso no lo sorprende. Es una constante desde mediados de los 90, cuando aparecieron los Masetos (una fusión entre narcotraficantes y paramilitares) como una estrategia contrainsurgente y para dominar los corredores estratégicos de la frontera. Por eso, la pelea de los campesinos contra el arbusto no ha sido fácil. Evaristo cuenta que, cuando intentaron producir en gran cantidad arroz Santana, la Policía cogía hasta 50 bultos y los tiraba al río Putumayo que porque era ilegal. “Como no teníamos etiqueta Roa o Carolina, el sistema Invima convirtió el arroz de la Amazonia en un producto ilegal. Entonces, vemos que el mismo sistema económico y la Policía hacen que perdamos la esperanza de poder producir en el campo”.
Esperanza que se extingue por los intermediarios del mercado urbano. “Si el Gobierno financia la cadena de producción de todos los productos, que el plátano lo podamos transformar y exportar nosotros mismos, el racimo no se lo venderíamos a $5.000 al comerciante del pueblo que luego lo comercia en $12.000”, dice. Tal como sucede hoy en los centros comerciales que tiene Puerto Asís. Mientras eso pasa, los campesinos parecen condenados a seguir “toreando avisperos de esos que se encuentran en los cocaleros”, como entona el himno de los raspachines.
El viernes 8 de julio de 2016 en la noche, mientras caminábamos por la zona rosa de Puerto Asís con Alfredo*, un campesino colono de Caldas, pasamos por una vivienda construida por un narco, que tiene tres pisos y ocupa la mitad del parque de la comunidad. Luego, estando en la cárcel a ese hombre le dio cáncer, pero hizo todo para poder morir en su casa.
Es el estilo extravagante heredado de los hermanos Comba. Hijos de esta tierra y narcotraficantes puros: Juan Carlos y Javier Antonio Calle. Al primero, las autoridades lo capturaron en la ciudad de Quito y, el más temido, alias Comba o el Doctor, se entregó a las autoridades estadounidenses el 4 de mayo de 2012. Lo encarcelaron por liderar la banda criminal los Rastrojos con injerencia en diferentes regiones del país como el Eje Cafetero, Putumayo, Valle del Cauca y Cauca. Javier Antonio Calle, nacido en Puerto Asís el 2 de febrero de 1969, se inició en el bloque Sur de las Farc, tenía 20 órdenes de captura con fines de extradición y los últimos pasos que permitieron su ocaso fue la movilización de 15 toneladas de clorhidrato de cocaína.
La zona rosa está en un rectángulo que encierra sólo la mitad del pueblo que está con cemento. En la mitad queda el parque, en el que el presidente Juan Manuel Santos en diciembre de 2015 puso una placa que dice: “Monumento a las víctimas de Puerto Asís”. A un lado está la puerta del colegio San Francisco de Asís. Hasta allí llegamos esa noche. Al día siguiente entramos al encuentro de la Escuela de Paz que lidera la Asociación Minga y que agrupa a organizaciones de los municipios de Orito, Valle de Guamuez, Valle de Sibundoy, San Miguel, Mocoa, Villa Garzón y Puerto Asís.
Se reunieron para preguntarse qué hacer para que este panorama no sea el mismo cuando las Farc dejen las armas. En los próximos tres años la escuela va a construir la hoja de ruta para defender la Amazonia de la expansión de la cerca que quieren hacer las empresas petroleras.
El domingo en la tarde, mientras daba una vuelta por el cementerio del pueblo, había pensado que vivir en una zona fronteriza también traía sus ventajas. Fue cuando miré el tablero de la bomba de gasolina y le dije al colono antioqueño que me guiaba: “Oiga, aquí la gasolina es barata, está a $6.000 el galón”. Pero, sensatamente, me tumbó el argumento. “No señor, lo que pasa es que está empezando mes, pero a los 15 días que se empiece a agotar la suben. Es que cuando la guerrilla ejercía más la ley contra los ricos les mandaba a decir que cobraran lo que era y que si se les acababa cerraran el chuzo. Ahora hay días que se pone a $12.000. El doble de lo que cuesta realmente”.
El cementerio de Puerto Asís es de una hectárea y ya no le cabe un muerto más. La Alcaldía tiene proyectado hacer uno nuevo cuatro veces más grande para que dure 30 años. El actual alcanzó las dos décadas.
En Puerto Asís el conflicto ha dejado 30.357 víctimas y la respuesta del Estado, en este territorio utilizado como laboratorio de guerra en tiempos del Plan Colombia, parece que siempre fue la represión sin resultados: existen siete batallones de las Fuerzas Militares, 57.000 habitantes, un ejército de campesinos con hambre, 14 empresas petroleras, 6.052 hectáreas de coca y un pueblo bendecido por San Francisco de Asís.
*Nombres cambiados por seguridad de los campesinos.
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