La Asociación MINGA nació junto con la Constitución de 1991, cuando el pueblo colombiano decidió que el país debía superar tantos años de exclusión social y autoritarismo. Y crecimos en medio de esa intensa pugna entre quienes le apostamos a reconstruir la nación sobre las bases de los derechos, la democracia, las soberanías y la descentralización, y quienes no han estado dispuestos a ceder sus privilegios y continuaron apelando al engaño, la corrupción y la violencia.

Aquí habilitación DIAN

En esas estuvimos acompañando varios procesos en el nororiente -prácticamente nuestra cuna- en las escuelas de líderes, los comités de derechos humanos, las cooperativas, las tiendas comunitarias y hasta se alcanzaron administraciones locales, apenas estrenando la elección popular de alcaldes.

La formalización se hizo en 1993, por iniciativa de un grupo de personas quienes, desde sus trayectorias, adquirieron un compromiso con la construcción de alternativas para la vida digna de la población más desfavorecida y vulnerable en zonas altamente tocadas por la guerra y el empobrecimiento, abrazando siempre la causa de los Derechos Humanos. Esta continúa siendo nuestra apuesta.

Desde entonces, MINGA se ha transformado según los diversos contextos, respondiendo a la crisis humanitaria y ambiental que soportan las comunidades y el país, insertándonos en los procesos sociales y aportando a la construcción de iniciativas esperanzadoras que cada momento ha requerido. Con la llegada del paramilitarismo al nororiente colombiano, por ejemplo, el trabajo organizativo tuvo que dar paso a las acciones urgentes, las alertas tempranas, las denuncias, las misiones humanitarias, la protección directa de líderes y defensores, entre muchas otras tareas de emergencia. En ese angustiante papel, MINGA aprendió el quehacer del rol humanitario y la salvaguarda de los proyectos comunitarios.

Paradójicamente, en este país de venturas y desventuras al mismo tiempo, mientras la guerra se mostraba en su máxima expresión de la mano del Plan Colombia, los vientos de paz ondeaban por el territorio nacional finalizando los años 90, centrados en los diálogos del Caguán, después de otros intentos que se dieron en este tiempo. La sociedad civil, el movimiento social y MINGA en particular, le apostamos sin vacilación a la paz, y agrupados en la campaña “Paz Colombia” se efectuaron las gestas más retadoras en incidencia política nacional e internacional y movilización social.

Entrado el nuevo siglo y con las frustraciones de la paz otra vez engañada, se exacerbó el conflicto armado y comenzó un periodo aún más complejo.

Desde entonces y durante tres periodos presidenciales, el establecimiento le jugó todo a la salida militar, y le apuntó al movimiento social y de derechos humanos bajo el señalamiento de ser “enemigos de la patria y áulicos del terrorismo”, rompiendo gran parte del tejido comunitario. Entonces ya no solo apoyábamos la lucha de los derechos humanos, el alivio humanitario y la búsqueda de la paz; nos correspondió también defendernos de la estigmatización y la persecución. La Campaña Nacional e Internacional “Por el derecho a defender los Derechos Humanos” en Colombia, y la Mesa Nacional de Garantías, son ejemplo de tales búsquedas.

Hoy las banderas de las organizaciones sociales ondean nuevamente convocando la vida, en medio del terror y la codicia que aún persiste en la concentración de las riquezas y de las decisiones. Pensamientos y prácticas renovadas que permiten el encuentro de las diversidades en territorios definidos y con apuestas convergentes de país. Movimientos empecinados otra vez con la paz, que colocan en las agendas sociales y políticas la necesidad de repensarse la nación, señalando la cruel descomposición socioambiental, y la subyugante restricción de las libertades, pero también mostrando los senderos del Buen Vivir para un país con vida digna.

¿Cómo se ha perfilado nuestro proyecto institucional?

Para MINGA el impulso de los DDHH, comprendidos en su integralidad, cobra especial relevancia en tanto son fundamento de las propuestas alternativas de las organizaciones comunitarias. Pero ha sido el desenvolvimiento de los contextos los que nos han indicado el peso específico que debíamos darle a determinado bloque de derechos, algunas veces los civiles y políticos, y otras veces los económicos, sociales, culturales y ambientales, como en estos tiempos de extractivismo neoliberal.

Comprometidos con las diversas regiones afectadas por el marginamiento y el conflicto armado, desde un principio nos propusimos desarrollar nuestra acción allí donde era más necesaria, y donde existían de antemano relaciones con algunos liderazgos sociales. Así nos acercamos inicialmente al Catatumbo, Santander, el Sur del Cesar y el Sur de Bolívar, e igualmente empezamos a comprometernos en dinámicas nacionales que nos condujeron posteriormente a otras regiones, como Guajira, Arauca, Cauca, Putumayo o Nariño. La idea de hacer un acompañamiento de proceso se sustentó en el criterio de aportar al fortalecimiento de las capacidades de exigibilidad y realización de los derechos, esto es, la cualificación de las comunidades como sujetos de derechos.

Ese enfoque de proceso nos condujo necesariamente a definir un criterio territorial para la materialización de nuestro compromiso institucional, lo que nos asentó un tiempo después en dos regiones: el nor-oriente y el sur-occidente, bajo caracterizaciones particulares en las que ubicamos la importancia nodal de cada una. En ellas nuestra MINGA ha enlazado afectos y apuestas con comunidades campesinas, indígenas y negras, principalmente, pero en general con organizaciones sociales de diversos perfiles, ligadas al ámbito de la reivindicación de los derechos y la paz.

Sin embargo, la territorialización de nuestras apuestas institucionales no perdieron la perspectiva de lo nacional, en tanto mantuvimos la idea de que los cambios en las políticas exigían el agrupamiento de los diversos procesos sociales del país. En consecuencia hemos estado impulsando diversos niveles de articulación de las organizaciones indígenas, campesinas y negras, en espacios regionales y nacionales, resaltando la participación de las mujeres y los jóvenes; o alrededor de plataformas temáticas, como las de derechos humanos, lo ambiental y lo minero-energético. Y en un compromiso mayor, promoviendo el tejido de esta diversidad de iniciativas de cambio en torno a una propuesta común de país para la vida digna.

Así como fuimos decantando criterios políticos para ubicar nuestra presencia territorial y social, en el trasegar hemos estado ordenando y fundamentando igualmente nuestras formas de acompañamiento, orientadas también por las prioridades que han impuesto los contextos: la educación-investigación, la memoria histórica, las comunicaciones, la asistencia jurídica, la protección, la incidencia política y la articulación.

En el último período, luego de haber aportado a la reconstrucción de los tejidos sociales en las regiones donde actuamos, el cual fue roto casi en su totalidad a causa de la violencia que se acrecentó con el fenómeno paramilitar, entramos a enfrentar una nueva ofensiva sobre los territorios: las locomotoras mineras, energéticas y agrarias, especialmente, enrieladas en nuevos discursos sobre el desarrollo, el progreso y la prosperidad. Estas condiciones nos exigieron un mayor esfuerzo en el acompañamiento que permitiera aportar tanto en la cualificación organizativa como programática de los procesos sociales. Nuevas temáticas empezaron a hacer parte de nuestra práctica discursiva las que, junto con las anteriores, acotejamos en tres bloques: Territorio y proyectos de vida, derechos y justicia y Participación y democracia.

Una síntesis de los enfoques y métodos perfilados en este caminar en MINGA y que le dan consistencia al Plan Estratégico Institucional, la podríamos recoger entonces de esta manera: la integralidad de los derechos y su permanente desarrollo; la construcción de sujetos colectivos de derechos; el fortalecimiento de éstos como procesos sociales territoriales, y su articulación en una propuesta de país, armonizado sobre las bases de la dignidad, los derechos, la paz, las soberanías y la democracia participativa.

En esos caminos siempre hemos estado acompañados de organizaciones sociales y de derechos humanos, agencias de cooperación internacional, organismos diplomáticos e instituciones públicas, con quienes abrazamos la causa de la dignidad humana, y quienes nos reconocen como tales. A todos ellos agradecemos profundamente su presencia en nuestra historia.

Identidad de MINGA

En la Asociación MINGA somos una organización que se construye desde el pensamiento y la acción, desde la reflexión del quehacer cotidiano, donde quiera que esté realizando su misión en perspectiva del horizonte de país que vamos visionando. Un ejercicio que implica la interrelación con actores de la vida política nacional e internacional, especialmente con sus procesos sociales, haciendo práctica histórica la vocación de trabajo colectivo, base de la identidad institucional.

Por ello, en nuestra apuesta por el empoderamiento y desarrollo de los movimientos sociales la articulación con éstos constituye una prioridad. En MINGA sabemos que en el propósito de una paz integral y duradera, se requiere la consolidación de un espectro organizado de la sociedad, crítico y alternativo, que haga de la superación del conflicto armado una apertura hacia el reordenamiento de las bases de la sobrevivencia y la convivencia del pueblo colombiano, de la mano de una nueva gobernabilidad territorial y nacional. Este diálogo de saberes parte, de un lado, del respeto a la autonomía de las personas, las comunidades, las organizaciones y movimientos sociales, y de otro, del reconocimiento de la diversidad regional, cultural y humana que integra la nación colombiana, y de sus procesos sociales históricos.

IDENTIDAD

MINGA se caracteriza por ser una organización defensora de DDHH que contribuye a la construcción de sujetos de derechos desde una dimensión humana, cultural y ambiental; tarea en la que comprende, reconoce y respeta la diversidad y la autonomía de las comunidades y organizaciones, en sus expresiones territoriales, sectoriales, temáticas y nacionales. Trabaja en función de procesos sociales y sus articulaciones, implementando pedagogías educativas y comunicativas que alimenten el espíritu crítico-creativo, e impulsando la participación protagónica en las decisiones de región y de país.

Valores Institucionales

Los valores institucionales que orientan, regulan y caracterizan la vida de MINGA y se manifiestan en nuestra forma de pensar y hacer son:

El respeto: por las dinámicas propias, los saberes y quehaceres de las comunidades y sus organizaciones, como principales protagonistas de su desarrollo, de la proyección y la gestión de sus propias alternativas.

El trabajo colectivo: en la búsqueda permanente de sinergias a nivel sectorial y territorial, enfocadas en la recuperación de la conciencia como seres sociales, para la construcción de proyectos de vida comunes.

La Solidaridad: como principio de lo comunitario, de la vida en minga, sostenida en identidades alrededor de causas compartidas, lo que se refleja en la colaboración consciente en todo el conjunto de transformaciones individuales y colectivas, y en la protección integral de los proyectos de vida, humanos y ambientales.

El Pluralismo: el reconocimiento a la participación de todos los actores, intereses y pensamientos presentes en un espacio determinado, para la toma de decisiones que los compromete en su conjunto.

La Honestidad: la transparencia en la información, el diálogo y el debate, constituyen fundamentos de la credibilidad, la confianza y el respeto con MINGA en todos los escenarios de interlocución; pero también la transparencia en el uso de los bienes comunes, los cuales consideramos del más alto valor por lo que representan para los proyectos de vida de los pueblos.