El pasado 1 de septiembre, el interno Jhon Jairo Garridio, de la Torre dos (2) de la Tramacua, panóptico ubicado en el centro penitenciario de Valledupar, decidió poner fin a su vida posiblemente por las difíciles condiciones en que se encuentran los reclusos del penal.
El clima sofocante de la región se intensifica en el Panóptico que alberga a 1.354 internos quienes tienen acceso al servicio de agua dos veces por día, 15 minutos cada vez. La falta de cumplimiento de los mínimos de salubridad en la preparación de alimentos es acompañada por la deficiencia en la prestación del servicio medico, y el régimen disciplinario que no tiene empacho en violar los derechos humanos de los reclusos.
Estas y otras irregularidades fueron motivo suficiente para que los reclusos iniciaran jornadas de protesta donde exigen que se amplíen las visitas a cuatro horas, se brinde asistencia jurídica una vez al mes, se de lugar a los traslados por acercamiento familiar, se solucione el problema del agua, entre otras. El dialogo sin cumplimiento de los acuerdos y la represión, han sido la constante de la administración frente al petitorio de los reclusos.
La última agresión registrada, según informes de un detenido del establecimiento de alta seguridad, ocurrió el 25 de agosto sobre las 8 de la noche, cuando la guardia del establecimiento irrumpió en la torre dos y sin mediar palabra lanzó gases lacrimógenos contra los reclusos. Posteriormente golpeo a quienes se encontraban subidos en las estructuras protestando por las condiciones infrahumanas en que se encuentran recluidos. Los golpes propiciaron que un detenido callera de una altura considerable sin que hasta ahora se sepa su estado de salud.
Esta situación genera un difícil ambiente, donde no solo es imposible que se den procesos de resocialización, como en principio deberían garantizarlo las cárceles, sino que impulsa que se presenten casos como el del presidiario que, en medio de la desesperación, decidió poner fin a sus días.