Tras el anuncio del Plan Paz Colombia, compartimos algunas reflexiones sobre lo que significó para nuestro país el Plan Colombia… Para hablar del Plan Colombia, 15 años después de su implementación, es necesario, como en las novelas de terror, hablar de introducción, nudo y desenlace. 

La introducción a finales del siglo pasado, habla de un momento de inflexión histórica en la cual se buscaba, en clave determinista, incidir de manera sustancial mediante decisiones de grueso calado, en la lucha mundial contra las drogas. Los Estados Unidos, y en este caso el gobierno Clinton, encontraron la oportunidad para promover una política de lucha contra las drogas, atacando de manera sistemática el eslabón primario de la cadena productiva: los cultivadores de la hoja de coca.

Ya desde 1996 los campesinos del Putumayo, Caquetá y Guaviare intuían que el ataque contra los cultivos mediante las fumigaciones del glifosato se iban a incrementar, lo que promovió las grandes movilizaciones cocaleras de ese año, reprimidas fuertemente por el gobierno de Samper.

El país pasaba por una etapa de recrudecimiento del conflicto armado, con graves consecuencias humanitarias en contra de la población civil. Las FARC habían propinado fuertes golpes al Ejército con ataques a varias guarniciones donde se produjeron a su vez, grandes bajas y la retención de militares. Por su lado, el fenómeno del paramilitarismo se había extendido por todo el país como una fuerza con mando unificado en las denominadas Autodefensas Unidas de Colombia – AUC.

El gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002) hace exploraciones encaminadas a concretar un proceso de negociación con la FARC y en enero de 1999 inician los diálogos del Caguán (Caquetá).

Podríamos llamar a esta etapa como de “Si vis pacem, para bellum” (Si quieres la paz, prepárate par la guerra)[1] en la medida que, tanto el gobierno como las FARC, aprovecharon los tiempos de la negociación para fortalecerse militarmente.

El Plan Colombia se instaura inicialmente como una política de cooperación entre gobiernos, en el marco de la co-responsabilidad a nivel mundial de la lucha contra el flagelo de las drogas ilícitas, pero lo que el Congreso norteamericano había aprobado en un comienzo luego se transforma en una autorización directa de utilizar dichos recursos para enfrentar a las FARC. Podría decirse que en ese periodo se evidencia el involucramiento directo de Estados Unidos en el conflicto armado Colombiano.

El nudo. Como bien dice el adagio popular, Untado un dedo, untada toda la mano. El Plan Colombia en un comienzo era un ejercicio de asesoría en temas de lucha contra el fenómeno de las drogas, fumigaciones a los cultivos, apoyo a programas de desarrollo alternativo, prevención al consumo, interdicción aérea y persecución a los carteles del narcotráfico; pero al poco tiempo se autoriza el uso militar de los recursos, entendiendo que al estar la FARC involucradas con los cultivos, se convertían en objeto de la lucha contra las drogas del gobierno de los Estados Unidos. Se habilita así la ayuda militar a brigadas militares, asesoría tecnológica y modernización del monitoreo aéreo.

Los Estados Unidos se convierten así en un actor más en el conflicto colombiano, incrementando el poder militar del Ejército Nacional y promoviendo el escalamiento de la guerra y por ende, la victimización de la población que vive en los territorios de la confrontación. Pero lo que resulta más complicado es la responsabilidad que tiene el gobierno norteamericano en la ayuda militar a guarniciones involucradas con grupos paramilitares en muchas regiones del país y de paso, al posterior fenómeno de los “falsos positivos”.

A pesar de la existencia de la Enmienda Leahy del Congreso de los Estados Unidos, la cual prohíbe entregar ayuda antidroga a unidades de fuerzas de seguridad en países extranjeros implicadas en violaciones graves de Derechos Humanos, en Colombia, ésta nunca se aplicó, a pesar de las extenuantes campañas del movimiento de DH. Los departamentos del Caquetá, Putumayo y Guaviare, entre otros, fueron escenario de acciones conjuntas de manera permanente entre las AUC y el Ejército de Colombia sin recibir sanción alguna en el marco de dicha enmienda.

La crisis humanitaria de comienzos del siglo en Colombia fue, de manera evidente, incrementada gracias a la ayuda militar de los Estados Unidos. La erradicación mediante la fumigación con glifosato, más que disminuir los cultivos ilícitos lo que hizo fue trasladarlos hacia la frontera agrícola con la Orinoquía y Amazonía, así como al corredor pacífico, promoviendo la tala indiscriminada de bosques con consecuencias ambientales incalculables en esas zonas estratégicas de la geografía nacional.

El desenlace. Como en toda historia, puede haber finales felices, finales abiertos o finales tristes. Hoy la lectura que se hace de los impactos del Plan Colombia es múltiple, dependiendo desde donde se haga. Para el gobierno colombiano fue todo un éxito y pareciera que para el de Estados Unidos también, al ver la celebración que en días pasados se llevó a cabo en la Casa Blanca con francachela y comilona. Y la alegría se incrementó al conocer el compromiso de Obama en darle un giro al Plan y convertirlo en un ayuda para el post-conflicto, denominándolo Paz Colombia, justo el nombre que el movimiento de DH utilizó en su momento para enfrentar al Plan Colombia militar.

Nuestro balance es complejo, pero hay asuntos que no pueden matizarse. No podemos entender la alegría después de 15 años de guerra a fondo, con miles de víctimas y promoción de políticas antidemocráticas y desinstitucionalizantes, donde el Estado Colombiano es el promotor de violaciones, persecuciones, seguimientos ilegales, agresiones a defensores y militarización de la vida civil. La guerra contra las drogas no se ganó, a pesar de que el Plan Colombia si ayudó a poner a la FARC contra las fronteras y a entender la necesidad de iniciar un proceso de paz con el gobierno. Con o sin las FARC, el narcotráfico seguirá siendo un fenómeno que el Plan Colombia no logró disminuir y que como en el caso de la disminución de cultivos, sólo logró moverse hacia nuevos lugares con nuevas estrategias.

Colofón: Un sector de la sociedad civil, el movimiento de derechos humanos en Colombia entre ellos, siempre estuvo atento a llamar la atención sobre lo que significaba la ayuda militar de EEUU a Colombia. Se promovió en su debido momento una mesa de donantes en Madrid, en contravía, y se apostó por una cooperación de Europa para la paz, de donde surgió la implementación de Laboratorios de Paz en varias regiones de Colombia. 15 años después nos resulta contradictorio y perverso ver cómo EEUU cambia de piel y de buenas a primeras se convierte de victimario en salvador, sin asumir responsabilidades y reparar los daños y violaciones de cientos de miles de colombianos. Esta receta de Zanahoria no nos convence del todo, siempre buscamos disminuir el porcentaje militar del Plan Colombia para que fuera más social, incluso planteamos un Plan Colombia para reparar a las víctimas. Hoy esperamos que el Plan Paz Colombia sea un reconocimiento de los daños y una acción de reparación integral.

[1]  Renatus Vegetius, escritor romano siglo IV