Tejer es una de las actividades más antiguas de la humanidad. Incluso, entrelazar, el primer objetivo de quien teje, es un ejercicio anterior a la invención de la rueda.
En el pasado, este oficio se transmitía de generación en generación. Hoy, al menos en las comunidades urbanas, tejer es tan solo un pasatiempo. Sin embargo, para un grupo de colombianos víctimas de la violencia sexual, el desplazamiento y los ‘falsos positivos’, tejer es mucho más que eso: es medicina contra el dolor. Es, además, una manera de combatir el olvido y expresar, en telas, lo que no logran decir con palabras.
Estas personas conforman el “Costurero de la Memoria: kilómetros de vida y memoria”, un colectivo impulsado por la Asociación para la Promoción Social Alternativa Minga y, en sus comienzos, por la Fundación Manuel Cepeda Vargas.
El costurero nació hace cuatro años. Inicialmente, todos los jueves en la sede del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación de Bogotá, la iniciativa convocaba a un grupo de mujeres víctimas de la guerra para que alrededor del tejido “resignificaran sus memorias y procesos de vida”, sostiene Sonia Cifuentes, integrante de Minga. Con el tiempo, este espacio creció y se convirtió en el epicentro de una lucha contra la injusticia, el olvido y la indiferencia. Al lugar, todas las semanas, empezaron a llegar personas de diferentes regiones del país con historias complejas de violencia.
“Vimos, al comienzo, que tejer era el punto en común de toda la gente que llegó al costurero. El tejido fue la respuesta. Con él, muchas mujeres fueron capaces de repasar sus historias, empezar a sanar heridas y luchar por la verdad. Muchas, además, dejaron de hundirse en el dolor”, recuerda Sonia. A través de los telares, las mujeres no solo han contado sus tragedias, sino también sus anhelos y recuerdos.
En el proyecto se han involucrado diversas instituciones y movimientos como las Madres de Soacha, familiares del Palacio de Justicia, el Movimiento de Víctimas de Crímenes de Estado (Movice), el Fondo de Solidaridad con los Jueces Colombianos (Fasol), la Ruta Pacífica de Mujeres, la facultad de Psicología de la Universidad Javeriana, el Centro de Atención Psicosocial y distintas víctimas de desplazamiento forzado. Con los años, se han consolidado costureros en ciudades como Cartagena y Medellín, regiones como los Montes de María, y departamentos como Putumayo.
En 2013, el Ministerio de Cultura le otorgó al Costurero el premio “Becas para proyectos museológicos con énfasis en memoria histórica asociada al conflicto armado”.
Reunidos, y rodeados de alfileres, cintas métricas, lápices, tijeras, tizas y dedales, los tejedores han conseguido sanar, reflexionar y sentirse parte de algo. Pero, siendo víctimas, han tenido que padecer la indiferencia del Estado y sus instituciones. La justicia colombiana, en muchos de los casos, no ha emitido fallos en favor de las víctimas. La tejedora Lilia Yaya, por ejemplo, sigue luchando por dignificar el nombre de su padre, Luis Eduardo Yaya, asesinado durante el genocidio de la Unión Patriótica.
Como una muestra de reconciliación, y para rechazar la impunidad, el 4 de diciembre pasado el costurero rodeó con telares el Palacio de Justicia de Bogotá. Ese día, el máximo símbolo del poder judicial en Colombia fue cercado por cientos de historias de víctimas. Se necesitaron 520 metros de tela para rodearlo. En total, 41 costureras se unieron a la jornada, la mayoría proveniente de las regiones más azotadas por el conflicto.
Hoy, después de cumplir el sueño de vestir el Palacio con sus tejidos, las costureras siguen reuniéndose todos los jueves en el mismo lugar. Además, han empezado a visitar colegios y universidades con el fin de visibilizar su labor; se han vuelto pedagogas de las memoria.
Pero en el Costurero no solo se confeccionan telares. También se diseñan delantales, faldas y zapatos. Las creaciones se exponen en la sede del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación.
Les dejamos un video con el perfil de la tejedora Cecilia Arenas, hermana de una de las víctimas de los falsos positivos de Soacha. La suya es una de las muchas historias de dolor que el costurero ha ayudado a curar.
Nota Original: Estos son los “tejedores” que rodearon el Palacio de Justicia para recordar a las víctimas