Teófilo Acuña, era un hombre noble, de conversación pausada como sin tiempos, de sabiduría en la mirada, de callosidad en las manos que recordaban su procedencia campesina. De sonrisa fácil como la de un niño feliz, amaba a su familia y nunca se separó de ella a pesar de las faltas forzosas, como su injusta detención hace un año y medio. Quizás cuando su rostro estuvo más ensombrecido, fue ante la muerte de amada hija hace poco tiempo, y a pesar de ello, en su vitalidad nunca se detuvo.
Teo, así le llamaban cariñosamente, llevaba el liderazgo en su ser, muchas veces enfermo y desgastado, se levantaba para cumplir sus compromisos y viajar a donde fuera. Su carisma le permitía una conexión inédita con sus gentes, sus pueblos, sus comunidades, su entorno y con todo el movimiento social del país. Participó de tantos procesos sociales de interlocución con los gobiernos y Estado, que muchos funcionarios públicos, desde ministros, procuradores, defensores y demás, lo han de recordar. Nunca demostraba su irritabilidad frente a una discusión, pero sus palabras precisas y sabias siempre ponían el debate donde era.
Teófilo era fundador de la Federación Agrominera del Sur de Bolívar, vocero de la Comisión de Interlocución del Sur de Bolívar, Centro y Sur del Cesar, Sur del Magdalena y Procesos de los Santanderes; también lo era del Coordinador Nacional Agrario, del Congreso de los Pueblos y de la Cumbre Agraria, Campesina, Étnica y Popular. Su larga historia de luchas se reflejaba en cada pliegue de su rostro, en cada huella de su ceño y en cada gesto de sus manos.
No suficiente con entregar su vida a las comunidades, a la defensa de los derechos humanos e incansables jornadas de labor social y política, también enfrentaba la persecución del Estado Colombiano. En el 2020, junto con los líderes campesinos Robert Daza y Adelso Gallo, fue judicializado por la Fiscalía. Por no tener pruebas, la juez de garantía los dejó libres. El Estado, además de estigmatizarlo y legitimar cualquier agresión contra él, como su mismo homicidio, nunca lo protegió y permitió su asesinato.
Jorge Alberto Tafur Acuña tenía 66 años de edad, ocho hermanos, padre de cuatro hijos. Nació y vivió la mayor parte de su vida en el municipio de Tiquicio, sur de Bolívar. Un tiempo se fue al eje cafetero, a Pereira donde trabajó en obras públicas y allí incursionó en el sindicalismo.
Estuvo detenido por un montaje judicial producto de su labor sindical, retornó a la región y se vinculó a las luchas campesinas de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos -ANUC- trabajando todo el tema de la recuperación de tierras. Posteriormente se articuló localmente a la Asociación de paneleros del Antojo del municipio de Tiquicio y a través de esa articulación local se vinculo a la Federación Agrominera del Sur de Bolívar y a la Comisión de Interlocusión del Sur de Bolívar. Caminó su proceso de líder local a líder regional desde estos dos espacios para más adelante proyectarse como dirigente nacional tanto en Congreso de los Pueblos como en el Coordinador Nacional agrario, donde, en la última Asamblea fue nombrado miembro de su junta directiva.
Jose Tafur era un hombre comprometido siempre con las luchas campesinas, con la consigna por la defensa de la vida y la permanencia en el territorio. Un hombre alegre, siempre sonriente, siempre fraterno. A pesar de las dificultades y de las contradicciones, siempre tenía un abrazo para todos.
El movimiento social, de derechos humanos y de víctimas llora a Teófilo y a Jorge Tafur. Las comunidades de los territorios del Magdalena Medio y Sur del Cesar perdieron a dos de sus mejores hombres, a dos seres invaluables que nunca perdieron el norte en la recuperación de las tierras perdidas en manos de terratenientes, despojadores y políticos corruptos; pero quedaron con su legado y el brillo de sus auras. Las luchas sociales en Colombia siguen como el cauce de los ríos, con sequías y crecientes, pero siempre buscando la inmensidad del ancho mar.
Teófilo y Jorge, sus vidas fueron apagadas, pero su sabiduría y ternura no se borrarán jamás.