Hoy se cumplen 45 años de la desaparición física de una de las figuras más emblemáticas de la historia de la segunda mitad del siglo XX: El sacerdote revolucionario CAMILO TORRES RESTREPO, muerto en combate el 15 de Febrero de 1966, cinco meses después de haber ingresado a la guerrilla del Ejercito de Liberación Nacional –ELN-.
Todos los que hemos seguido el camino del compromiso social y político con el país, desde una óptica democrática y no hemos renunciado al sueño de la felicidad humana, a pesar de habernos hecho viejos, nos hemos preguntado en algún momento si regresara Camilo, cuál seria la lectura que haría del actual momento histórico; qué pensaría de los cambios que se han operado en el mundo en las últimas cinco décadas, comenzando por la crisis del socialismo real y la irrupción del neoliberalismo y la globalización; cómo leería la actual situación bonsái de la izquierda democrática colombiana en el contexto de la postguerra fría; qué nuevo dialogo establecería con la Iglesia, los empresarios, las fuerzas armadas, la guerrilla… qué mensaje traería para las mujeres, los jóvenes, los indígenas, los desplazados y las victimas de la violencia; qué recriminaciones o consejos haría a los estudiantes, sindicalistas, organizaciones sociales.., cómo leería la situación de Derechos Humanos en el país en esa amplia oferta de eventos criminales en los que hemos naufragado y somos vergüenza ante propios y extraños; qué demandaría de la comunidad internacional…cual seria el programa del Nuevo Frente Unido para responder a los retos del mundo de hoy…
Esas preguntas, confrontan dos épocas distintas – la década de los sesenta del siglo XX, cargada de compromiso social y romanticismo revolucionario con el inicio de la segunda década del siglo XXI-, en un mundo que si bien se ha transformado significativamente, sigue cargando la tragedia de la violencia, la pobreza y la falta de oportunidades para grandes sectores de una población que sucumbe en el abandono y la negligencia institucional de un Estado que ha priorizado la seguridad sobre el bienestar sin poder concretar ni lo uno ni lo otro.
Si Camilo regresara tendría que enfrentar los intereses que encarna una sociedad compleja que crece y se transforma al mismo ritmo de sus contradicciones y urgencias, sin lograr resolver el circulo vicioso de una violencia que parece no agotarse en su tragedia; las formas inhumanas de la acumulación de riqueza por la vía del despojo y el desplazamiento y los precarios pero significativos procesos de las resistencias sociales y políticas; Camilo, tendría que retomar viejas y nuevas discusiones sobre escenarios que se han transformado, confrontando un discurso que justifica la desigualdad detrás de supuestos procesos de desarrollo y progreso del país, enfrentar la contundencia de una realidad que se soporta sobre urgencias inaplazables de la población, tales como la conservación de la vida en condiciones de dignidad; persistir en la construcción de atmósfera de diálogos de paz relevantes en los que se coloque de manera contundente el peso especifico de una argumentación que se soporta en lo absurdo de una nación que se consume en su propia negación histórica entregando los recursos estratégicos que garantizan su futuro de independencia, soberanía, bienestar y convivencia a grandes empresas transnacionales; enfrentar el vacio de opciones distintas a las que puedan emprender la mismas comunidades, la clase popular, como las llamo en su momento, en la construcción de sus propios modelos de bienestar y convivencia fortalecidos por una unidad de propósito… se encontraría con la necesidad de refundar la sociedad, la política, la democracia y construir una economía alternativa que oponga a la acumulación voraz del capital, el bienestar general de la población.
La evocación de la figura y el imaginario de CAMILO en contrastación con el mundo de hoy hace evidente la validez y permanencia de la agenda de reivindicaciones de Camilo para la sociedad colombiana y, constituye un llamado sencillo y contundente, a retomar la bandera de su revolución de las cosas necesarias, para que el hambre, la pobreza y el desempleo no mate al ser humano, es una invitación a releer los mensajes en clave de las urgencias del presente, a hacer del pensamiento de Camilo un camino para edificar la dignidad de la patria desde una perspectiva en el que el amor eficaz sea el fundamento de una paz construida sobre los cimientos sólidos del bienestar y convivencia democrática respetuosa.
Mas allá de todas las estigmatizaciones que se puedan dar sobre la necesidad o no de las revoluciones, una reflexión de esta naturaleza nos ubica frente a la vigencia del contenido de la lucha amorosa de Camilo cuya revolución no consiste en otra cosa que en la pretensión de garantizar al ser humano las condiciones para que pueda vivir con dignidad: es una lucha por el derecho a la vida, a la soberanía alimentaria de la nación, hecha alimento en la boca de los humildes y desposeídos; es una lucha de los desarrapados por el derecho al abrigo y a la vivienda; de los enfermos por el derecho a la salud, la atención y los medicamentos; de los analfabetas postmodernos por el derecho a la educación, la ciencia, la cultura y el arte; de los desocupados por el derecho al trabajo bien remunerado y estable; del ser humano por sus derechos, de la sociedad por la democracia, de la nación por sus recursos y su soberanía. Y, nada de esto justifica que un solo ser humano sea asesinado, perseguido, encarcelado, toda esa revolución debía darse de manera natural, como resultado del amor eficaz del ser humano por si mismo, y por la vida…
Resaltar la vigencia del pensamiento de Camilo es una invitación a salir a caminar de la mano de los niños y de las mujeres, de los ancianos y los jóvenes, de los trabajadores, obreros, empleados, campesinos, mineros… de las comunidades negras e indígenas, de los pobres y los marginados, de las victimas y los desplazados, de las clases populares… en la búsqueda del tiempo perdido que nos ha arrebatado la violencia y que debía haberse llenado de amor eficaz y con a felicidad de la gente…