La metáfora de los pescados:
Es el montón de gente, la gente. Si cierras los ojos puedes
llegar a imaginarte montones de gente, incontables, sobre todo
cuando uno somos tres.
Son los dulces rosados en la vitrina de la tienda de
la señora Lucia: tienen forma de pescados, son tan dulces,
tan misteriosos, peros sobre todo son demasiado humildes.
Están cubiertos de celofán blanco para poder mirarlos a la cara.
Acabaron anclados a un pedazo de cemento llamado bolardo
al árbol de colores en la esquina
a la indiferencia pegada como plastilina en los timones de los carros
La metáfora de los pescados es también la parábola del
bien diciente, del bien hablante, del bien callado,
del bien soquete de la inocencia pegada a sus espaldas.
La metáfora del grito, del vuelo, del amanecer
amarrado a la desesperanza, como bordado negro en
una noche de vampiros. Como una muerte disfrazada de mentiras.
Ellos son parte de esa metáfora inmensa e inmunda
que tiene el coraje de ser telón de fondo de
una tragedia igual o peor de inmensa e inmunda.
…Son los cazadores de pescados
Hace uno días tratábamos de explicarles a unos jóvenes de colegio en el sur de Bogotá que era el conflicto armado, porque no existía en el anterior gobierno ese conflicto y porque de pronto en el gobierno de Juan Manuel Santos había aparecido como por arte de magia. Eran dos países acaso?, era otras las víctimas? Era diferente el dolor?. No fue fácil explicar por qué unas cosas que son las mismas, un día se nombran y al otro día dejan de existir.
Todo en este país se lo debemos a la política, hasta lo más insignificante. La política es una dama vestida hasta el cuello y tiene tapados sus brazos con encajes. Se diseña la moda según la política, se pagan recompensas, según la política, se repara a las victimas según la política, aunque todos saben con certeza que es imposible reparar a las víctimas. La política, ese pantano inmundo, todo lo permea. Quien ayer justifico una política de tierra arrasada y del todo vale, hoy nos gobierna, ayer los amigos hoy los supuestos enemigos. Los demás nos contentamos con mirarlos como dentro de una caja de vidrio transparente.
No queda más salida que reescribir la historia de los inmombrados. Escribirla en papeles y ponerla a flotar en botellas lanzadas a los espejos de agua de la historia. Hacer barquitos misteriosos que en la noche le cantan versos de amor a los hijos distantes, mientras tejen ausentes sus mujeres. Un poema sacado de una canción escrita en Jamundi, un pedazo de tela gritando vida en un telón de colores y de cuentos. Unos caminos de muchos lugares encontrando su vida en el Costurero de la Memoria, describiendo el pasado con ojales, cuellos, senderos y paisajes. No queda más que reescribir la historia de los imposibles.
Puede volverse un tiempo sin reflejo, puede llegar a ser una especie de jardín misterioso, todo lo que allí confluye y canta es el rencor derrotado por la vida, es la rabia detenida en la aguja que hiere sus espaldas. Ser madre y hermana de un muchacho vendido por monedas espurias en un camino perdido en las montañas, es un esfuerzo atenazado en la garganta, que aquí se logra derramar en alegrías. No olviran jamás, pero tampoco les quitaran toda la risa, todo el cálido recuerdo que las horas de telas y retazos les revierte, hasta encontrar atados a los días un posible camino a la esperanza.
Minga, la Fundación Manuel Cepeda, las madres de Soacha y sus familias, el Centro Distrital de Memoria, la facultad de Psicología de Universidad Javeriana, Asomujer y Trabajo, el Centro de atención Psicosocial Caps, y Ana y Marcela y Ángela y Graciela y Mónica y Adira y un monto de amigos han permitido que un modelo de juego y de memoria pueda hacerse a contramano de una serie de relatos del frio y el olvido, historia que en el papel se vuelven tristes mientras otros papeles los devoran, muerte que mata a otras muertes, hilos que tejen esas manos.
Por esos kilómetros de vida y de memoria transitamos….y algunas cosas nacerán del miedo.