Compartimos la declaración del Pre Foro Social Pan Amazónico Colombia, el cual desde la Asociación Minga venimos acompañando e impulsando ya que alimenta, amplía y fortalece nuestro trabajo con organizaciones sociales de la región Andino amazónica con quienes venimos compartiendo desde la Escuela de estudios sociales y Minero Energéticos del Putumayo, saberes y propuestas de defensa, pervivencia y construcción de vida digna en los territorios:
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En el municipio de Florencia, departamento del Caquetá nos reunimos entre el 3 y el 5 de noviembre para realizar el Pre – foro Social Pan Amazónico Colombia, acogidos cálidamente por la Universidad de la Amazonía y rodeados de selvas y aguas generosas.
Nos dimos cita más de 200 personas provenientes de organizaciones y comunidades campesinas, indígenas, ambientalistas, defensores de las aguas, artistas, académicos, líderes de diversos sectores populares para reflexionar y articular desde las propias experiencias y saberes en defensa de la Amazonía.
En este importante territorio concebido a nivel global como la más importante masa selvática del planeta reconocimos que desde una mirada integral la pan Amazonía no es una sola, pues está compuesta por múltiples territorios que expresan su diversidad ecosistémica y cultural. Así, la pan Amazonía se extiende más allá de las selvas por estar relacionado con áreas circundantes de los andes y las llanuras.
No obstante su importancia, en la amazonia colombiana se asientan numerosas actividades y políticas que le amenazan y le degradan: las actividades propias de la explotación minero energética, las fumigaciones aéreas, el conflicto armado y la incertidumbre de un escenario de posconflicto, la ganadería extensiva, las políticas alrededor de la economía verde que están en horizonte de mercantilización de la naturaleza a través, por ejemplo, de proyectos turísticos; así como los proyectos de infraestructura vial que son parte de los planes de integración regional suramericana.
Las actividades minero energéticas vienen generando graves afectaciones no solo en los bienes comunes como el agua y las selvas, sino también en la vida cotidiana y comunitaria de los pueblos. Denunciamos que las actividades propias de la explotación petrolera y minera pasan por encima de las perspectivas de vida que tenemos las comunidades locales, campesinas e indígenas, tanto urbanas como rurales. Denunciamos los conflictos petroleros más agudos como los que han provocado las empresas Gran Tierra, Vetra o Amerisur, en el Putumayo, o la Emerald en el Caquetá; al igual que los megaproyectos mineros titulados a Anglo Gold Ashanti y otras empresas, en el Valle de Sibundoy, en Putumayo.
Así mismo denunciamos la vasta degradación que está generando la construcción de la autopista denominada Marginal de la Selva, y otras obras de interconexión vial que hacen parte de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana IIRSA, como son los corredores Caracas-Bogotá-Quito y Amazonas-Putumayo-Pacífico; además de los planes para represar los ríos Caguán y Mocoa, afluentes del río Caquetá, para la generación de energía eléctrica. Somos conscientes de que esta infraestructura está al servicio del capital transnacional y el sistema financiero mundial, y que no responde a las necesidades del país ni de las comunidades.
De otro lado fueron debatidos los múltiples intereses de los proyectos del modelo de economía verde, como los proyectos REDD+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación), y el pago por servicios ambientales (PSA). Reconocimos que estos representan un gran riesgo de despojo territorial bajo las apuestas del conservacionismo, el turismo y las falsas soluciones al cambio climático.
Rechazamos la vulneración de derechos humanos de quienes venimos defendiendo nuestro territorio. Hemos sido estigmatizados, vulnerados, señalados y criminalizados aun cuando nuestra defensa del agua, las selvas y las culturas amazónicas son en sí mismas apuestas por la paz.
En este sentido de una paz con justicia social y ambiental, las experiencias e iniciativas de cuidado, defensa y protección del territorio corresponden al desarrollo de pensamientos, sentimientos y acciones que tienen como fin principal proteger la pervivencia de los pueblos, buscando su dignificación, el respeto de sus derechos individuales y colectivos, así como el respeto a la naturaleza como parte fundamental de la protección y continuidad de la vida. Para la construcción de estas perspectivas, creemos importante además considerar los Acuerdos de Paz que el gobierno colombiano logre con la FARC y el ELN, teniendo en cuenta su proceso de implementación, el carácter de sus agendas y la relación de éstas con los territorios.
Resalta en las conclusiones el hecho de que es necesario que la visión de las comunidades locales, campesinas e indígenas, se examinen desde la diversidad y la urgente complementación en torno a la unidad de propósitos que reclaman los desafíos actuales de la Amazonía, estableciendo lazos de encuentro alrededor de problemáticas y alternativas comunes.
Sobresalen las relacionadas con la soberanía alimentaria, el cuidado del ambiente y la producción limpia y sostenible, así como las relacionadas con la defensa del agua y el territorio. Las mujeres y los jóvenes se destacan como protagonistas de estas experiencias, venciendo limitantes personales y sociales, sobresaliendo como agentes de transformación y resistencia. Se subraya el papel de la educación que incorpora el conocimiento crítico de la realidad local y su contexto global.
La lucha contra el extractivismo es una acción que no sólo incluye una resistencia a la presencia de las empresas, es sobre todo una acción que nos invita a cambiar el modelo, la forma de producir y consumir, de hacer riqueza y distribuirla.
Antes que paquetes tecnológicos o sofisticados conocimientos exaltamos el poder, la voluntad y conocimiento que tienen las comunidades para garantizar la sustentabilidad y permanencia de la diversidad biocultural amazónica.
Hacer nuestro sueño realidad:
Las tareas que nos deja el encuentro están encaminadas a seguir tejiendo voluntades y experiencias, para la construcción de una propuesta de región que nos conduzca a recuperar y fortalecer la identidad amazónica de nuestros territorios y de nuestros pueblos. Defender la Amazonía es defender la vida, es un compromiso con el planeta entero. La vida es el horizonte de nuestros pensamientos y nuestras acciones hacia la realización de nuestro sueño amazónico.
Reconocemos la diversidad territorial de la Amazonía, que nos permite identificar sus diferentes dinámicas hidrográficas, selváticas, económicas y político-institucionales, las que definen además las particularidades de sus territorios. A partir de estas realidades históricas, comprendemos el mosaico territorial de la Amazonía, desde el oriente andino hasta el horizonte de su llanura selvática, como una multiplicidad de conexiones y complementariedades y no de divisiones provocadas que sirven a las intenciones del capital para instalar aquí sus negocios transnacionales. Destacamos las identidades de lo Andino Amazónico, determinadas por las relaciones ecosistémicas y socioculturales establecidas, así como por las intervenciones económicas, políticas y militares que ha soportado esta amplia franja territorial, denominada también piedemonte amazónico.
En esos territorios de la Amazonía nos proponemos ordenar proyectos de vida, en oposición a los proyectos de muerte que se nos imponen a nombre del desarrollo. Las bases de esos Planes de Vida tienen que ver con: nuestras identidades amazónicas, campesinas e indígenas; nuestros territorios, como base material, cultural y espiritual de nuestra existencia; la autonomía, para decir que los problemas los resolvemos nosotros con nuestras propias visiones y nuestras propias manos; y lo comunitario, porque asumimos la diversidad como una riqueza y la integración de esa diversidad como una fuerza de cambio.
Nuestra identidad tiene varias maneras de manifestarse y fortalecerse: desde las semillas y sus frutos, hasta las formas y contenidos de nuestra educación; desde nuestros modelos productivos, hasta las maneras de asociarnos; desde las representaciones de la memoria histórica de lo que hemos sido, hasta las de los imaginarios que nos impulsan a andar juntos en el horizonte de la vida.
Los territorios son una construcción social, son producto de nuestros procesos comunitarios, y por esa razón tenemos el derecho a decidir sobre lo que se hace o se deja de hacer en ellos. Los planes de vida que proponemos tienen como base un nuevo ordenamiento del territorio con criterio agroalimentario y amazónico; ahí sostenemos las posibilidades de instalar nuestros gobiernos comunitarios.
El equilibrio ambiental de la Amazonía, va ligado necesariamente al equilibrio social, así entendemos la paz de nuestros territorios amazónicos; no se trata solamente de que no haya guerra. Y esos propósitos de justicia social y ambiental, y de superación del conflicto armado, sólo los podemos hacer realidad con nuestras capacidades de organización y movilización; con procesos de integración que tengan en cuenta las identidades de los territorios, y las posibilidades del encuentro permanente en torno a acciones conjuntas por el Buen Vivir.
Florencia, noviembre 5 de 2016