En medio del dolor que sigue recorriendo los barrios de Mocoa, se van develando las causas de esta calamidad anunciada -como ha sido señalada- , lo que exige una valoración rigurosa de los diferentes factores que concurren en este evento, tanto para identificar responsabilidades como para evitar que otro hecho fatal de estas características se repita.
Es de sentido común saber que perturbaciones en cualquier punto de una cuenca hidrográfica afecta su dinámica de conjunto, mucho más cuando esas intervenciones son de gran escala y/o sostenidas en el tiempo como ha ocurrido en las cuencas de los ríos Putumayo y Caquetá. Recordemos que cuando se habla de cuenca no sólo se refiere a los cursos de agua, superficiales y subterráneos, sino al ecosistema que involucra otros actores naturales.
El Putumayo es una región cuya historia está cruzada por el extractivismo, especialmente petrolero y en los últimos años con prospecciones mineras de gran envergadura en su parte alta, en el Valle de Sibundoy y en los cerros que circundan a Mocoa. Bloques petroleros y títulos mineros dibujan hoy el mapa del departamento por encima de ecosistemas estratégicos y culturas ancestrales, junto con los corredores viales “4G” que sirven a tales megaproyectos. Una economía transnacional que instalan allí empresas como Vetra, Gran Tierra, Amerisur, Anglo Gold, entre otras.
Esta economía del saqueo, la del desarrollo del capital, es el principal factor de desestabilización de los territorios y los pueblos establecidos en ellos. La desarmonización de las relaciones socioambientales, de sobrevivencia y de convivencia comunitarias generado por ese modelo impuesto hace más de medio siglo, tiene sumido al Putumayo en la pobreza y la violencia. La pérdida del acceso a los bienes naturales como el agua, la distorsión de la economía tradicional, las falsas alternativas que ofrece el Estado, la corrupción y la militarización de los conflictos, desplazan social y territorialmente las comunidades del Putumayo a zonas sensibles que ponen sus vidas en riesgo. Y Mocoa es el municipio con mayor nivel de recepción de población desplazada por el extractivismo y la violencia en el departamento.
Cuando los gobiernos y las empresas niegan los impactos negativos de sus intervenciones, como otra muestra de que ignoran a la gente y la naturaleza, es evidente que no van a disponer planes de prevención de los mismos. Para el caso, los riesgos de deslizamientos en el área afectada de Mocoa ya habían sido advertidos por estudios presentados por Corpoamazonía a las administraciones anteriores del departamento y el municipio; también en esas oficinas reposan desde entonces unos oficios de las juntas comunales sobre los peligros que ya identificaban las comunidades, y hasta una tesis de grado sobre un símil de una posible desestabilización de esos terrenos recalcó sobre el asunto.
Pero los desaciertos del modelo de desarrollo impuesto no solamente se evidencian con la magnitud de sus impactos, sino también en la capacidad de reacción a los mismos. Por ejemplo, la ineficacia del sistema de salud regional para responder a la tragedia no es ocasional, y podría decirse que vive en un permanente colapso por cuanto no es capaz de atender las necesidades de la gente ni siquiera en tiempos “normales”. Después de 50 años de explotación petrolera el Putumayo no tiene ni un hospital de segundo nivel, y los pacientes deben ser trasladados a Neiva y Pasto para su atención.
La tragedia de Mocoa evidencia por lo tanto la confluencia de varios factores que se resumen en uno sólo: un modelo económico y político totalmente errático, que se expresa en una crisis social y ambiental cuyos puntos álgidos adquieren dimensiones como las que soporta el Putumayo en estos momentos. Si revisamos, no solamente en el escenario aparece la avalancha en sí misma, también un ordenamiento territorial que no tiene la visión comunitaria; una institucionalidad débil, centrada en las empresas y el gobierno nacional, que no permite la participación, y un tejido social totalmente desarticulado. Si estos tres aspectos se encontraran fortalecidos en torno a un proyecto propio de región, seguramente existirían planes integrales de prevención y mayores capacidades de reacción.
Las víctimas de Mocoa, que somos todo el Putumayo, reclamamos entonces la responsabilidad de quienes han estado detrás de tales políticas y de quienes tenían la función de prevenir sus riesgos. Exigimos que haya una revisión participativa del Plan de Desarrollo para esta zona andino amazónica, de los planes de ordenamiento territorial y de los proyectos mineros y energéticos en curso, junto con la moratoria para nuevas licencias. Y que haya una pronta reparación integral de las víctimas, en cuyos programas se admita la veeduría comunitaria.
Que la tragedia de Mocoa no quede impune y se replanteen las políticas económicas y sociales para que no haya repetición en ninguna otra parte del Putumayo, ni del país.
Para que el desarrollo económico y la inversión nunca más vuelvan a estar por encima de la vida, la naturaleza y los pueblos… ¡recuperemos nuestros territorios para la vida digna!
Escuela Social y Ambiental del Putumayo- Escuela de Mujeres para el Liderazgo Social- Asocpuertoasis – Asojuntas Puerto Asís – Asojuntas San Miguel – ACIPAP- Resguardo Nasa Kuex Kiwe-Resguardo Nasa Kiwnas Cxhab- Resguardo Nasa Sa’t Kiwe- Cabildo Pastos Renacer- Cabildo Quillacingas, San Francisco- Asociación Juvenil Pensando Verde- Teatro Efímero- Asociación Nuevo Porvenir- Semillas de Paz- Asociación Fronteras de Paz- Asodespuas – Asodevip – Asociación Tejiendo Sueños – Asociación Minga – Congreso de los Pueblos Suroccidente