Sintezar 20 años de historia de la Asociación MINGA en unas cuantas páginas, resulta tarea dicil y compleja. Recoger todos los nombres de mujeres y hombres abrazados en la causa de los derechos humanos durante dos décadas, es más que desafiante. Interpretar y plasmar en pocas palabras búsquedas y sueños, tejidos y rupturas, tristezas y alegrías, de tantas comunidades y organizaciones, ciertamente es imposible. Enumerar la infinidad de acciones, individuales y colecvas, para desafiar la barbarie de los señores de la guerra, se convierte en una quimera.
Pero como de retos estamos hechas las personas, en la Asociación MINGA quisimos interpretar en esta agenda el trasegar de estos lustros de luchas por los derechos en Colombia, desde las diferentes regiones por donde hemos transitado, desde las organizaciones con quienes hemos caminado, desde las polícas que marcaron los disntos contextos, desde las plataformas donde hemos construido a manos juntas, desde las alianzas tejidas con la cooperación internacional; pero sobre todo, de los muchísimos afectos que han sostenido las resistencias y las alternavas.
La Asociación MINGA nació junto con la Constución de 1991, cuando el pueblo colombiano decidió que el país debía superar tantos años de exclusión y autoritarismo. Y crecimos en medio de esa intensa pugna entre quienes le apostamos a reconstruir la nación sobre las bases de los derechos, la democracia y la soberanía, y quienes no han estado dispuestos a ceder sus privilegios y connuaron apelando al engaño, la corrupción y la violencia.
Entonces emergieron sectores y organizaciones sociales que disputaron la participación en las decisiones sobre el gobierno de los territorios. En esas estuvimos acompañando varios procesos en el nororiente, prácticamente nuestra cuna, en las escuelas de líderes, los comités de derechos humanos, las cooperativas, las tiendas comunitarias y hasta en las administraciones locales, apenas estrenando la elección popular de alcaldes. Sin embargo, la guerra sucia impuesta por elites nacionales y transnacionales, apoyadas en el Estado y el paraestado y aliadas con mafias narcotraficantes, ya venían impidiendo el ascenso del movimiento social en varias regiones del país.
Con la llegada del paramilitarismo al nororiente colombiano, el trabajo organizativo y popular tuvo que dar paso entonces a las acciones urgentes, las alertas tempranas, las denuncias, las misiones humanitarias, la protección directa de líderes y defensores, entre muchas otras tareas de emergencia. En ese angustiante papel, MINGA aprendió el quehacer del rol humanitario y la salvaguarda de los proyectos comunitarios.
Ocurría lo mismo en el sur del país y, sin espera, la Asociación MINGA y organizaciones hermanas nacionales e internacionales lideramos operaciones humanitarias y hasta diplomáticas en medio de la crisis. En ese ejercicio pudimos proteger vidas, denunciar victimarios, mover solidaridades y darle fuerza jurídica a las reclamaciones de las víctimas, además de asentar nuestras perspectivas en esas dos regiones, especialmente.
Paradójicamente, en esta erra de venturas y desventuras al mismo empo, mientras la guerra se mostraba en su máxima expresión de la mano del Plan Colombia, los vientos de paz ondeaban por el territorio nacional comenzando el 2000, centrados en los diálogos del Caguán. La sociedad civil y las organizaciones sociales en parcular se entregaron sin vacilación a la paz, y agrupados en la campaña Paz Colombia se efectuaron las gestas más retadoras en incidencia políca nacional e internacional y en movilización ciudadana.
Entrado el nuevo siglo y con las frustraciones de la paz otra vez engañada, se exacerbó el conflicto armado y comenzó un periodo aún más complejo. Desde entonces y durante dos periodos presidenciales, el establecimiento le jugó todo a la salida militar, y le apuntó al movimiento social y de derechos humanos bajo el señalamiento de ser enemigos de la patria y áulicos del terrorismo. Entonces ya no solo apoyábamos la lucha de los derechos humanos, el alivio humanitario y la búsqueda de la paz; nos correspondió también defendernos de la esgmatización y la persecución oficiales. La Campaña Nacional e Internacional por el derecho a defender los derechos humanos en Colombia, y la Mesa Nacional de Garantías, son ejemplo de tales respuestas.
Hoy las banderas de las organizaciones sociales se enarbolan nuevamente convocando la vida, en medio del terror y la codicia que aún persiste en la concentración de las riquezas y de las decisiones. Pensamientos y práccas renovadas que permiten el encuentro de las diversidades en territorios definidos y con apuestas convergentes de país, caracterizan las fuerzas transformadoras de ahora, aupadas por los vientos de un sur americano que se muestra cada vez más indómito frente al imperio.
Movimientos empecinados otra vez con la paz, que colocan en las conciencias y en las agendas sociales y políticas la necesidad de repensarse la nación, señalando la cruel inequidad social y la subyugante restricción de las libertades, pero también mostrando los senderos del Buen Vivir para un país con vida digna. En esa ruta proseguirá la Asociación MINGA, juntando experiencias y compromisos en las articulaciones regionales y nacionales, sectoriales y temáticas, en función de la defensa de la vida y los recursos naturales, del territorio y las culturas, de la soberanía y la libertad, de la justicia y la reparación.
La realidad de Colombia en estas dos décadas ha sido eso: la ventura de pervivir a pesar de los sinos prematuros de la parca. Presentamos pues esta agenda con la memoria de estos afanosos años compartidos, en honor a quienes le han aportado todo lo mejor de sus vidas para hacer el país que soñamos. Hemos recogido a varias plumas los hechos que consideramos más determinantes en el desarrollo de los procesos sociales en los que hemos intercambiado enfoques, criterios, metodologías y sentimientos, los que han moldeado nuestro perfil institucional.
No es un relato lineal. En cada región, en cada tema, y en cada espacio de actuación referido, hemos buscado interpretar el sentido del quehacer de las comunidades y el propio: nuestros horizontes y nuestros caminos, el pensamiento y la práctica de la Asociación Minga en esto de hacer país al andar.
En este inventario que nos hemos propuesto para celebrar nuestros 20 años, percibimos que las sentencias de las runas en el momento inaugural de Minga se han cumplido: el clan y la solidaridad. La existencia de la Asociación ha sido posible en las complicidades abiertas con las organizaciones sociales y de derechos humanos, las agencias de cooperación internacional, los organismos diplomáticos y las instituciones públicas, con quienes rubricamos la causa de la dignidad humana.. A todos ellos agradecemos profundamente su presencia en nuestra historia.
En estas dos décadas, no menos de 80 personas en la huella de sus pasos en la vida de la Asociación MINGA. No podíamos dejar de nombrar a quienes expusieron sus vidas para inscribir en esta utopía su legado de saberes y afectos, cimientos de espíritu comunitario. Cada hombre y cada mujer que han hecho y hacen parte de esta familia, han sido y siguen siendo protagonistas de esta historia tejida desde la voluntad colectiva como dicta el mandato de hacer minga; con tesón y arrojo pero a la vez con responsabilidad, con la ilusión y hasta con temeridad en momentos donde la vida se salvaba con la vida.
MINGA no puede menos que reconocer y valorar en estos 20 años, la visión, la gestión y la solidaridad de Gloria Flórez Schneider, fundadora y directora durante 18 años de esta Asociación. Y a la constelación de personas que nunca dudaron en apostarle a la defensa de los derechos humanos en Colombia, en buscar protección para quienes estaban en profundo riesgo y en vigorizar los procesos de resistencia de tantas regiones del país. Todas, desde su papel directivo, político, administrativo, operativo, logístico, investigativo, protectivo, educativo, académico, jurídico, artísco, periodístico, pero sobre todo humano, han dejado parte de su vida en esta apuesta. A ellos y ellas, este homenaje.
Diana Sánchez Lara Directora Ejecutiva