¿Cuál es el papel de las mujeres en la construcción de la visión ambiental del Coordinador Nacional Agrario -CNA-?

Con esta pregunta provocamos interesantes reflexiones de las lideresas campesinas asistentes a la VII Asamblea del Coordinador Nacional Agrario CNA, realizada en el municipio de Saravena, Arauca, durante los días del 14 al 19 de noviembre pasados. Aquí les presentamos algunas de ellas:

Cindy Lorena Ule: Hago parte de la Asociación Campesina del Huila, ACDH. Desde la perspectiva de las mujeres en cuanto al tema ambiental, nosotras desde el campo empezamos a transformar nuestra dinámica de producción, que sea más armónica con la naturaleza, respetando todas las formas de vida, jugando un papel muy importante a la hora de ejecutar los mandatos del CNA, de soberanía alimentaria y economía propia.

Para eso las mujeres, digamos, tenemos mayor capacidad de sensibilidad, nos ubicamos dentro de los espacios con mayor sensibilidad. Entonces con el hecho nada más de empezar con un proceso de producción de huertas familiares, o de huertas caseras que se producen sí o sí, de manera orgánica, que no tiene ningún tipo de agroquímicos, ahí nosotras ya también estamos empezando en pequeña escala a transformar esos modos de producción agrícola. Ahí más con el solo hecho de dejar de usar agroquímicos, que es una de las principales causas que hoy en día tenemos para el cambio climático y todas las afectaciones al medio ambiente ¿no? Y no solamente el medio ambiente, sino también todo el tema de la salud humana y todas las complicaciones que se tienen a raíz de eso.

Desde las regiones se vienen haciendo esfuerzos significativos en cuanto a pensarnos todo el tema de áreas protegidas. Nosotras que pertenecemos a la región amazónica, hacemos unas apuestas importantes de protección de reservas naturales, y en ese mismo camino de cambios en los modos de producción cómo vamos incluyendo lo agroforestal, cómo la gente también va incluyendo la siembra de árboles que nos permitan también mitigar el impacto de la deforestación en los territorios. También el tema del papel tan importante que juegan las mujeres en la protección y recuperación de las semillas nativas; porque nosotros sí hemos notado eso en la región: la mujer es la que garantiza que ese semilla siga pasando de mano en mano para poder seguir siendo reproducida y esparcida; no es solamente la conservación de la semilla, sino también la reproducción, el intercambio y que la semilla llegue a todos y a todas para que produzcamos los alimentos que nos garantizan la soberanía alimentaria.

Es también: ¿cómo vamos más allá de simplemente producir y empezar a transformar? y las mujeres han jugado un papel supremamente importante en estos ejercicios de transformación artesanal que se tienen. Entonces vienen trabajando todo el tema de elaboración de jabones, pero también trabajan todo el tema de bisutería, otras le apuestan a la transformación de productos que se dan en la zona como el café y la panela. Y también de la comercialización, de hecho, este mismo espacio es un espacio de intercambio, de comercialización de productos hechos por las mujeres, a mano, con los esfuerzos de cada una de ellas en las regiones. Así las mujeres vienen empoderándose y asumiendo los liderazgos de los procesos para generar también esas dinámicas de transformación de manera integral

Johana Milena Castaño: Vengo del departamento del Tolima. Actualmente he estado acompañando lo que es la Secretaría de Mujeres al interior del Coordinador Nacional Agrario.  En esta organización campesina yo creo que han sido unos aportes históricos de las mujeres que van más allá de la misma forma organizativa. Es decir, nosotras reconocemos que históricamente las mujeres han sido quienes ayudan a conservar (esa palabra conservar) y sobre todo a preservar y a equilibrar esa relación armónica entre la humanidad y la naturaleza. 

Vemos historias de mujeres campesinas de otras generaciones que cargaban la responsabilidad de poder tener guardadas las semillas, e identificadas las especies que había en su territorio, las especies tanto de vegetales como de animales que tenían en su finca. Han sido las que históricamente han tenido esa responsabilidad y eso está muy ligado a la historia de la agricultura desde las culturas nómadas, que se movilizan de lugar en lugar, y eran las mujeres las que siempre iban al frente, eran quiénes decidían qué se podía cazar y qué era sano para la naturaleza para ese equilibrio armónico y qué no era sano. Y esas vivencias las mujeres las han ido heredando de generación en generación. Entonces, las mujeres campesinas siempre se han caracterizado por ser quienes guardan las semillas, quienes preservan el equilibrio entre las plantas que se cultivan en su huerta, en sus lotes, en su finca y yo creo que ahí es donde se va ganando en la conservación del ambiente, porque no se puede quedar solamente en un discurso etéreo, sino que va más allá, a las prácticas reales.

Creo que en el campo sí se hace muy efectivo esas prácticas reales de la conservación.  Ahí, el CNA ha insistido mucho en la línea de la política para las mujeres en el tema de la agroecología. Ahí logramos resumir y articularnos en esa lucha por la protección del ambiente, esa lucha por la protección de los bienes naturales y cómo nos convertimos en guardianas. Decimos que las mujeres en el CNA son Guardianas históricas de la naturaleza, son Guardianas del territorio, son Guardianas de la vida. Y pues al ser Guardianas de la vida, pero además ser gestoras de la vida, nos da una responsabilidad muy importante, un papel histórico muy importante. Ya en acciones concretas, ya lo mencionaba, en muchos territorios son quiénes se encargan de buscar esas relaciones armónicas, de conservar, de preservar y de generar incluso hasta un diálogo con la misma naturaleza porque tiene la capacidad de interpretar la naturaleza y de interpretar cada fenómeno que se presenta en la naturaleza y yo creo que eso es de mucha importancia.

Sonia López: Creo que las mujeres partimos porque siempre hemos estado presentes en todos los procesos de construcción de movimiento social y los procesos de resistencia en los territorios. Desde nuestra experiencia y a partir de la organización social, hemos venido construyendo una propuesta política que se concreta en nuestro Plan de Vida. Y ese Plan de Vida que ha sido construido desde una perspectiva integral, hemos recibido las enseñanzas de los hermanos indígenas, de comprendernos primero como parte de la naturaleza y en ese sentido de establecer unas relaciones armónicas entre los seres humanos y entre los seres humanos con el entorno natural. A partir de allí, se direccionan entonces las diferentes apuestas y propuestas de defensa de la vida, defensa del territorio y de permanencia en el territorio.

Las mujeres hemos sido parte de ese proceso de construcción. Claro, entendiendo también las particularidades, la cultura machista que hay en estas regiones: se presenta una lucha desde el movimiento social, y en ocasiones se invisibiliza esa participación que las mujeres hemos tenido en estos escenarios. Y aquí en nuestra región – bueno, hablo en el departamento de Arauca – en la cual las mujeres, precisamente buscando tener un espacio propio para la discusión, para la formación política, para el desarrollo de sus apuestas, vistas desde ese enfoque del plan de vida, conformaron la Asociación Amanecer de Mujeres por Arauca -AMAR-. Después se fueron juntando con otras organizaciones de mujeres en Casanare, en Boyacá y los Santanderes, para constituir la asociación regional María Antonia Santos y, desde allí, vienen desarrollando ese eje de lo que es el ambiente y el territorio teniendo en cuenta el territorio como un todo. Y que las relaciones que nosotros desarrollemos allí, vayan en ese equilibrio armónico.

Allí entonces las mujeres hemos propuesto, junto a los otros sectores sociales, una lucha permanente de defensa del territorio frente a la explotación indiscriminada, al saqueo que las empresas transnacionales desarrollan en estos territorios. Para el caso nuestro principalmente las empresas petroleras. Hemos defendido la laguna de Lipa, acá en el departamento Arauca junto a los indígenas y campesinos por toda la agresión que han recibido en más de 30 años de explotación petrolera de la Oxy. Hemos participado en el movimiento campesino, en la construcción, en determinar los territorios campesinos agroalimentarios y aportar a un enfoque político de lo que sería, o es, la agroecología para nosotras. La necesidad de romper con ese modelo de dependencia económica, y cultural también, de los grandes emporios que manejan ese tema de los insumos agrícolas, de los agrotóxicos, y de ayudar hacer conciencia en la necesidad de que el campesinado también cambia esas prácticas de cómo ha venido produciendo históricamente.

Y entonces estamos llamados nosotros, que somos defensores de la vida, que nos pensamos un mundo diferente, que pensamos transformar esas relaciones de dominación y explotación por unas de equidad, de igualdad, que ponga por encima la vida y la dignidad tanto de las personas como el resto de las especies, pues no podemos seguir en esas mismas prácticas que someten a otras personas, que somete a otras especies y que somete pues a la casa en la que vivimos. Ahí hemos venido haciendo esos aportes. 

Andrea Lizbeth Jiménez: Hago parte del Comité de Integración Social del Catatumbo -CISCA- y trabajo en el eje de mujeres. El papel de la mujer en cuanto al tema de lo ambiental, de lo ecológico, es precisamente la pelea que venimos dando las mujeres a nivel general en la región en el tema de contrarrestar de alguna otra manera el modelo agroindustrial. ¿En qué sentido? En que somos nosotras las que nos encargamos de las labores del cuidado y las labores de la finca, hacer las tareas como más precisas de las huertas medicinales, de las huertas caseras, y también del cuidado del bosque, del cuidado de la montaña, del cuidado del agua.

Sabemos que, en este modelo capitalista, y en el tema de la agricultura, hay una invasión de monocultivo en la región y hay un excesivo uso de agroquímicos y, para la extensión de estos cultivos, lo que está haciendo el campesinado es tumbar montañas, acabar con cuencas del agua. Y esa es la pelea que nos estamos dando, estamos defendiendo que se deben conservar los ecosistemas, estamos promoviendo que las prácticas en la agricultura tengan mucho que ver con la agroecología, ese relacionamiento del ser humano con la naturaleza sin agregar los tóxicos al suelo, diversificando los cultivos. También rescatando todo el conocimiento ancestral, de los abuelos, de las abuelas, de los pueblos que nos antecedieron. Y en el tema de la salud, y en el tema del cuidado del cuerpo, de la familia, de las comunidades, nosotras venimos trabajando muy fuerte la medicina natural y ancestral.

Entonces yo creo que la apuesta de nosotras es en ese sentido, la defensa de la vida, del agua la defensa de la diversidad, la manera como nosotras lo venimos haciendo, desde acciones concretas en ese sentido: en defender. Y que son banderas que las hemos tomado las mujeres. Pero también como haciendo la pedagogía de que hay que tener la soberanía sobre los alimentos. Porque las realidades que vemos en la actualidad, por ejemplo, la pandemia, nos dejó una realidad, y es que la primera necesidad era tener los alimentos. Y el campesinado, hoy en día, la gran mayoría, perdió ese enfoque de la producción de alimentos. Ese lo tienen son los latifundistas y muchos alimentos vienen de afuera. Por eso es que el campesinado está viendo la necesidad de cultivar coca, o extensiones de monocultivo, que en últimas no garantiza muchas veces el bienestar de la familia, ni la economía, ni la salud. Sino que profundiza más esa desigualdad que trae el sistema. Entonces también hacemos como la pedagogía para que se cambie el pensamiento en el sentido de que este modelo está acabando con los bienes de la naturaleza, está acabando con el tejido social, con las comunidades, con el territorio.

Me ha pasado que cuando busco un hombre para que me ayude hacer el trabajo, me han fumigado hasta la sábila, me han arrancado todas las matas. Yo me cansé, yo no vuelvo a buscar un obrero, yo ya busco una señora a ver si una mujer lo entiende diferente. Y buscamos una señora, una migrante venezolana, que estaba buscando trabajo. Y yo simplemente le dije que me ayudara a limpiar y la dejé a ver qué hacía. La señora limpió así, arrancando la hierbita y eso, y me dejó las planticas, las que los hombres consideran que es monte. Y empezó a preparar la tierra, traer tierra negra, traer arena, y empezó a ayudar a abonar. Y ella me decía “esto no se puede fumigar”. Yo le dije “a mí me han acabado con el terreno” en ese sentido de: como ven monte, entonces les parece más fácil pasar con la fumigadora.

Me he fijado que ese conocimiento, la manera de trabajar las plantas medicinales, ya como que viene con nosotras. Se le da un tratamiento distinto. Las mujeres no vamos a fumigar, sino que vamos a arrancar la matica, a abonarla, a cuidarla. Nosotras sabemos que es silvestre. Mientras que ya el hombre, el obrero, ya perdió como esa conexión. Para ellos es más fácil coger la guadaña o coger el machete y darle machete a todo, o peor aún, coger la fumigadora y empezar a fumigar lo que ellos piensan que es monte. Esas son como las observaciones que hemos hecho, y cuando yo les pregunto eso a las compañeras, la mayoría dice: no, es que a los hombres no se les puede dejar ese trabajo.