Escrito por:  Iniciativa Defendamos la Paz, en la cual participamos como Asociación MINGA

En estos días que se cumplen dos años de su generosa y expresiva Visita Apostólica a Colombia, y hoy en el Día Nacional de los Derechos Humanos, bajo la convocatoria a que demos el primer paso, sentimos, con toda la Nación, el deber de la gratitud y del compromiso para actuar unidos por la paz de esta hermosa patria nuestra.

Usted dijo sobre la visita a nuestro país: “Este viaje se hizo para llevar la bendición de Cristo, la bendición de la Iglesia, al deseo de vida y de paz que desborda el corazón de esa nación” (Audiencia general, 13 de septiembre de 2017).

Como liderazgo político y social que propende por la protección de la vida de todas y todos, por la verdad sobre hechos y responsabilidades dentro del conflicto violento y por el proceso de transición y reconciliación, conformamos el Movimiento Defendamos la Paz, que subscribe esta carta.
Usted apeló a nuestra conciencia moral y a nuestro deber con las víctimas: “Las heridas hondas de la historia precisan necesariamente de instancias donde se haga justicia, se dé posibilidad a las víctimas de conocer la verdad, el daño sea convenientemente reparado y haya acciones claras para evitar que se repitan esos crímenes” (Homilía, Área portuaria de Cartagena).

Los objetivos enunciados antes, sólo se harán posibles con la salvaguarda e implementación integral del Acuerdo de Paz entre el Estado colombiano y las FARC-EP y con la búsqueda de una paz completa e integral que incluya al ELN, que sincronice las voluntades y articule los espacios en esas dinámicas territoriales y estatales, sin desconocer, también, el apoyo y acompañamiento permanente de la comunidad internacional, y las relaciones pacíficas con todos los países de la región.

La hora actual, después del acuerdo con las FARC-EP, es inmensamente dolorosa, por los asesinatos sistemáticos y selectivos de lideresas y líderes comunitarios, de exguerrilleros cobijados por el Acuerdo de Paz, y la muerte en acciones violentas de soldados y policías.
Usted nos convocó: “Colombia, tu hermano te necesita, ve a su encuentro llevando el abrazo de paz, libre de toda violencia, esclavos de la paz, para siempre” (Despedida en Cartagena).

Creemos, Santo Padre Francisco, que la Iglesia Católica, desde sus comunidades en los territorios hasta sus organismos en el país y en América Latina y Caribeña, tiene la fuerza espiritual de vida victoriosa y reconciliada para jalonar y acompañar procesos, con pasos concretos, hacia la paz común, el bien común y el cuidado de la “casa común”.

Sobre todo, en estos tiempos de amenaza constante y letal sobre la vida de quienes construyen paz y denuncian aquellos poderes que afectan la dignidad humana y la integridad ambiental, los pueblos ven el espacio de la Iglesia como escudo y refugio humanitario, como luz y guía que facilita el encuentro, el diálogo y los pactos.

Agradecemos a Su Santidad todo lo que ha hecho y propiciado ya en Colombia, incluso con claros gestos del Señor Nuncio Apostólico, para ayudarnos a dar este primer paso, aún en acto, hacia una salida política del conflicto armado, tan violento y cruel, que se instaló en nuestra cultura e historia.

Deseamos la continuidad y conformación de espacios que nos ayuden a superar el vacío actual del diálogo de paz entre las fuerzas políticas de gobierno con la oposición, entre la legalidad estatal y la subversión vigente y, sobre todo, entre el Gobierno y las fuerzas populares y organizaciones sociales y étnicas que anhelan acuerdos humanitarios y procesos participativos e incluyentes hacia una paz común. La distensión y la fluidez del clima social y democrático en todo el territorio nacional serían el mejor ambiente para garantizar la implementación de los acuerdos y el avance esperanzado hacia una Colombia con solidez interna y con el apoyo firme de la comunidad internacional.

En esta hora decisiva creemos necesario, Santo Padre, solicitar sus buenos oficios para velar por el Acuerdo y el proceso de paz, amenazados hoy desde distintos flancos, su observación del cumplimiento o incumplimiento de la implementación de lo pactado, su seguimiento a las labores de protección de las personas que lideran la defensa de la Paz y los derechos humanos en los territorios, así como de quienes dejaron las armas.

Pedimos su bendición, Papa Francisco, y confiamos que dé aún mejor fruto, en todos nosotros, la semilla de siembra evangélica que nos hizo con su histórica Visita Apostólica, del 6 al 10 de septiembre del año 2017.

Conozca aquí las más de 500 firmas que suscriben la presente carta